domingo, 1 de noviembre de 2009

El valor de la paternidad adoptiva


Una amiga me mandó un articulo de Eduardo Galeano que me ha hecho pensar en la adopción y en como el aprender a valorar algo muchas veces depende de lo que nos ha costado conseguirlo. En resumen el artículo dice:

" ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
Un artículo de Eduardo Galeano (Para mayores de 40 y menores también)

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales. ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida! ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después!

La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de las Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años.
Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII) . No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'. Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las chapitas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.
Y creo absolutamente que muchas de las cosas que antes tenían valor, han dejado de tenerlo porque todo tiene caducidad; y desgraciadamente a veces se incluyen los sentimientos. Los amigos incluso, se cambian sin pensar. Los niños te dicen "fulanito ya nos es mi amigo.... ahora lo es Cetanito". Mi sobrina adolescente que hace poco moría por "High Scholl musical" ahora dice que es un rollo y lo mejorrrr es "El canto del loco" por ejemplo. A mi con su edad "me flipaba Mecano" (seguro que esta expresión tampoco vale ya) y ahora simplemente los adoro y aunque he añadido muchos más a la lista, desde luego mecano tiene y tendrá su lugar.
A esto me refiero, a mi me costaba escucharlos, tenía que grabar de los 40 principales en mi cassete y esperar que ese dia el locutor no hablara antes del final y !!!cuantas veces había que intentarlo!!!. Hasta que con suerte esperaba meses o un año y Los Reyes me traían el vinilo.
Aprendiendo a valorar, gracias al tiempo y al esfuerzo en conseguirlo, aprendes que es un valor para toda la vida, sin fecha de caducidad. Pero ahora tienen lo que quieren apretando un raton y poniendo you-tube o google ¡y al rato ya no vale!.
Con nuestros hijos es más de los mismo , el tiempo de espera nos ayuda no solo a apreciar lo que valen ellos y nuestros sentimientos, nos ayuda a no desesperar en la vida, a ser más fuertes a los imprevistos e importunios.... A tomar de frente las posibles amenazas que obstaculizan la consecución de nuestro deseo, mirar de frente a los que nos critican o no entienden nuestro sentir, a aprender recursos contra la indiferencia, el muro de la administración y la impertinencia de muchos "mindundis" que desgraciadamente se cruzan en el camino y no puedes simplemente quitarlos porque forman parte de él.
Y creo que todos los obstáculos nos hacen tomar fuerzas y defender nuestra idea, nuestro derecho por encima de todo y todo ello hace que etendamos que "todo aquello que no nos mata nos hace más fuertes" y que "lo bueno se hace esperar y lo mejor esta por venir". Porque nuestras ideas, las que fundamentan nuestra moral (bien entendida) no deben tener fecha de caducidad. Debemos modificarlas pero no olvidarlas. Debemos seguir al frente de nuestras ideas que nunca deben ser desechables.
Y pienso que algo tan deseado nos hace valorar más la paternidad, esta paternidad adoptiva; a no desechar a la primera nuestra opción, a entender que lo que se hace esperar es bueno y merece la pena..... Y una vez lo tenemos no dejar de mirarlo, dando gracias a la vida, reforzando nuestra lucha y aprendiendo y enseñando ese concepto que tanto nos gusta "resilencia" que se refuerza en este articulo.


7 comentarios:

Roberto Pili dijo...

Hola Laura:
Me ha encantado el artículo y tus comentarios.
Gracias!!

Roberto

M.CARMEN-J.CARLOS dijo...

Hola.
Buena entrada, como siempre.
Galeano analiza muy bien nuestra sociedad y tú,analizas estupendamente los sentimientos de aquellos que esperamos.
Salu2

lolithania dijo...

Niña, que bien escribes, hija!!.

Como no valorar algo que nos ha costado tanto??Ser madre para mí siempre ha sido algo muy grande, algo que mis amigas, cuñadas y vecinas no le han costado nada y a mí me ha costado un mundo. Por eso mis hijas son lo mejor que me ha pasado y las cuido como oro en paño. Eso no significa que sea mejor madre, pero sí la mejor para ellas.

Y creo que sí, que todo lo que cuesta se aprecia más y mejor.

un beso
loli

Isabel dijo...

No sabes lo bien que me lo he pasado leyendo este articulo. Que buenos recuerdos!! Me he sentido muy identificada con mi infancia. Antes se aprovechaba todo, se reciclaba todo y se valoraba todo. Se miraba la peseta, como decia mi madre, y habia mucho menos consumismo, pero se le cogia cariño a las cosas por el trabajo que nos costaba conseguirlas, no por el simple apego material.
Mi mario algunas veces me riñe porque dice que lo guardo to, y yo le digo que me da pena tirar cosas que estan nuevas que ya se aprovecharan en algo y la verdad que cuando venga nuestro hijo tendremos que hacer hueco, porque tenemos todos los altillos hasta la bola.
Una vez me disfracé en fin de año de pipi y me puse unas botas que podian tener como 20 años, pero me vinieron de perillas, eran propias propias de pipi. Me dio una alegria volvermelas a poner que pa qué.
Y en lo relativo a lo nuestro, es como dices. El trabajito que nos cuesta tener a nuestro hijo, hace que maduremos mas nuestra decisión, que lo deseemos con toda nuestras fuerzas y que lo valoremos muchisimo.
Espero saber poder transmitir a nuestro hijo el valor de las cosas que he aprendido en todos estos años que llevamos esperándolo, porque te das cuenta que es el camino correcto hacia la felicidad.
Muchos besitos, guapa.
Isabel

Cris y Raul dijo...

Muchas gracias por tu artículo, es un placer leerte. Tienes toda la razón, sólo podemos apreciar aquello que conseguimos a base de esfuerzo y lucha. No es que nuestros niños sean los más queridos y deseados, es que poca gente sabelo que nos cuesta poder tenerlos junto a nosotros. Por eso los queremos tanto aún sin conocerles.
Besos

Lola dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lola dijo...

Me he visto retratada en el artículo, porque para mí todo tiene un gran valor sentimental. Será porque lo mejor que tengo en la vida (a parte de mis padres que nací con ellos), todo me ha costado muchísimo esfuerzo.
Yo no creo que queramos a nuestros hijos, más que los demás a los suyos. Se valoran muchísimo por lo que nos han costado y porque hemos tenido que ganarnos su afecto poco a poco, porque eramos desconocidos. No damos nada por hecho, nuestros hijos no han nacido queriendonos. Ahí está la diferencia, nos seguimos ganando su afecto día a día, y a nuestros niños creo que se les nota.
Muchos besos,
Lola